miércoles, 2 de mayo de 2012


Los dedos de una mano necesitan cerrar para hacer un puño.

En todos los cestos de manzanas hay algunas manzanas podridas y otras están a punto de caerse. Es el principio de toda colectividad, el agruparse en una misma cesta de ideas- pensamientos-sentires,  en la que hay de todo, nada es un camino de rosas y trabajar en puño como uno solo no está a salvo de estás complejidades.

Complejidades que siempre surgen a raíz de un análisis muy simple, esas manzanas no tienen la misma idea que las otras manzanas, están dentro por otros motivos y lo más grave que estás podridas pueden podrir a otras provocando un  contagio colectivo.

Por culpa de ello, las otras manzanas no lucen como deberían, frescas y  tiernas; y el cesto de ideas-pensamientos-sentires se queda como cesto opaco sin brillantez y sin ser lo que pude ser o lo que pretendes que sea cuando lo pones en la mesa y lo vas llenando con cariño, solidaridad, humanidad, ganas e ilusiones.

Así las cosas, las ideas sin buenas  intenciones humanas dejan pronto de ser ideas colectivas útiles para la sociedad llevándose las horas y el esfuerzo de muchas personas por delante porque solo les importa dejar de ser “manzanas podridas o que no caben en el cesto de una idea colectiva”.

Estos principios les cuesta entenderlo a muchas personas narcisistas con un ego impropio e insolidario. Si tú tienes un criterio, una idea o un sentir diferente al colectivo, ¿por qué estás en él?...  Si quieres divulgar tus propias ideas en contra de las del colectivo, ¿por qué ostentas o ocupas una representación del colectivo?... Sí quieres una privacidad total de la parcela de tu vida ¿por qué haces publica tú imagen dentro de un colectivo?...

Las parcelas propias e inviolables deben ser flexibles ante el bien del éxito de una idea colectiva abriendo parte de la misma a tus conciudadanos,  porque estás ahí en línea para ellos, para dar ejemplo incluso ser guía -  maestro en muchas ocasiones de tu vida comunitaria porque es eso lo que da energía a un colectivo social… Fortificándola  de solidez, seriedad, complicidad, deber ciudadano, solidaridad, responsabilidad social, cohesión y sobre todo humanidad unida a un solo puño.

Si pretendemos actuar hermanados debemos limpiar de vez en cuando el cesto, ubicar las manzanas caídas dentro de sus posibilidades sociales, renovar las manzanas antes de que se pudran dándoselas de comer a un pueblo hambriento de honestidad, verdad, lucha sincera y libertad. Solo así y siempre en espiral hacia arriba para el pueblo, con el pueblo y por el pueblo las ideas llegan en beneficio a él. Todo por el bien común con sentido común.

martes, 1 de mayo de 2012


El pasado siempre vuelve, aunque solo sea a nuestras mentes. 

José Ingenieros en 1913: “en todos los tiempos y lugares, el que expresa su verdad en voz alta como la cree lealmente, causa inquietud entre los que viven a la sombra de intereses creados, los mediocres” 

Con la mirada desde fuera y la mente concentrada en un tiempo pasado, se hace más nítidas las respuestas ciertas a unas preguntas paradas en el tiempo a espera de encontrar respuestas. Como una misma situación se torna distinta según qué persona la sufre y quién la analiza, comenta, defiende, omite o aniquila.
Vivimos dentro de una sociedad que con una misma vara mide de formas distintas y como llaman verdad incuestionable a una misma situación que antes en otra persona era “mentira”.
Toda las respuesta se agrupan para dar forma a la leyenda: “Según quien sea el perjudicado y según me convenga lo llamaré verdad o engaño”.
Las injurias, las faltas a la intimidad, las calumnias, la violación de derechos fundamentales y humanos y la dignidad humana son verdad en la piel de cualquier persona y no entiende de caracteres ni personalidades que gusten más o menos.
En estos días las noticias abruman mi cabeza pensando que el tiempo sigue sin dar justicia en cierto modo a los acosos y derribos, mentiras y engaños, ataques injustos, y desprestigio de mi persona. Hoy los sufre en mayor grado otra persona, de la misma organización que yo los sufrí, pareciendole propio de una “organización enferma”, ahora sí y… ¿antes no?... 
Primera respuesta: “El huerto de dará lo que siembres y no siempre es buena la cosecha”. Y su respuesta hoy es egoísta y meditada en ella misma, aunque su fragancia aun aturda a mucha gente que la sigue idealizando dentro de una política idealizada y otras dentro de sus propios intereses, política que ni ella comprende.
La verdad  molestaba entonces y le sigue molestando en sus carnes hoy, ni ella es tan buena y los otros tan malos,  solo es un colectivo maltratado en el tiempo por todos esos “iluminados/as” buenos, buenísimos, que han habitado la misma casa que entre todos llevan años matando aun no se sabe para que, a costa del sentimiento puro de muchos a los que han engañado vilmente, siguen y seguirán engañando.
La manipulación habita en nuestras vidas y solo los manipulados no abren horizonte más allá de éstas. Están en todos los medios y espacios públicos y privados, fiel, a intereses creados, malos o buenos, pero intereses creados a costa siempre de  muchas personas sin malas intenciones.
Acudes a una persona en busca de lealtad a tu tierra suplicándole que no te aparte de su defensa y de tu derecho como persona a decidir libremente y recibes una contundente  “adiós” y “ ¿Quién eres tú?” “anda vuelve y no digas tonterías” “no veas fantasmas y momias donde no las hay”…, sin importar más nada. Esa misma persona vuelve al tiempo a faltar a la verdad y a los principios que sostienen a la mujer en la sociedad colectiva y después lees por distintos medios que es honesta, sincera, luchadora…. Y yo les digo a todos y es mi última respuesta recibida:”  Es verdad todo, lo es pero sin omitir nada, lo es para ella misma y sus intereses”…
“Es también temerosa de lo suyo  y para seguir manteniendo esa falsa idealización sostenida en el exterior, miente y da respuesta de cobarde, además es codiciosa y envidiosa, mal punto cardinal del ser humano, por todo esto y más es que me atacó de la más burda manera y de la más baja categoría que puede albergar un ser humano”…
Posiblemente cada cual cuenta las cosas como le va, pues seguro que es así, pero por ello todas componen a un mismo ser, con sus cosas malas y sus cosas buenas, yo solo le conocí las malas y ya otros/as contaran las buenas.
Palabras correctas o no, son libertad de expresión. Y cuando los sentimientos en forma de palabras vuelan con facilidad al papel donde se conjugan en expresiones sinceras que conforman un texto honesto es cuando sé que estoy en el pensamiento-camino correcto. Hoy es un día de esos.
Hoy vienen a por ti y no a por mí, los mismos fantasmas o parecidos, ¿sé está bien al otro lado?... ¿se siente bien cuando consiguen echarte como parte de algo en lo que crees?... Muchos se preguntan: “¿A dónde vas a ir ahora?... 

Los mismos deseos multiplicados por tres que me deseaste a mí, me fue bien, muy  bien, hermana política.

Mi Hogar Interior

El viento mece las hojas de los arboles de mi jardín dejando en el aire un perfume entre Fougère y Hespéridesel perfume del desengaño que enturbia  mis pensamientos mientras acaricio la corteza de una acacia que silenciosa  llora en una esquina de mi casa. Poco a poco me voy acercando a mi hogar interior, mi hogar perfecto y no puedo evitar fijarme en la hiedra de bondad que recubre sus ladrillos y en el tejado de la zona centro, hundido desde hace tiempo, seguro que hay goteras pero no me preocupa en estos momentos, me acerco a la puerta principal, casi escondida por la maleza de su ser superior, allí me espera una puerta de roble macizo reforzada por hierro,  la llave está guardada detrás de un ladrillo suelto de la pared y cuando la abro chirría ruidosamente sobre sus goznes molesta por haber sido despertada de su letargo. 

Detrás unas escaleras abandonadas que miedo dan subir los peldaños que los envuelven una gran  oscuridad, mi luz por ellas vacila como una antorcha al viento, mis pisadas suenan ruidosas, por el suelo deteriorado por el mal paso de los años, pero el amor me hace subirla hasta llegar a una sala de trofeos y fracasos cargada de humedad; desde las paredes me saludan armaduras abolladas y espadas ya gastada que usó en batallas que ya dejaron de importarle, y al fondo un cuadro majestuoso, “La Rendición de Breda” de Velázquez, toda una lección de ironía teniendo en cuenta la puerta acorazada que deja al descubierto al girar sobre unos goznes ocultos, una puerta que parece negar lo que esconde. 

Incomodo recoloco la gastada mochila de cuero que llevo a la espalda. Con la esperanza de líbrame de ese peso. La puerta mas abrirse, se arrastra perezosamente, dejando entrever una habitación iluminada por las velas donde se puede adivinar una locura. Parece que ha llegado la hora de añadir un nombre más a mi lista de fracasos y guardar los recuerdos que me ha dejado esta última aventura de sabanas de seda y labios tan finos que en vez de besar, cortan.

Entro en la habitación y me acerco a una mesa camilla cubierta de raso rojo sobre la que descansan algunos objetos; una sonrisa desdeñosa, un mechón de pelo de un color imposible, un hombro tatuado con un eclipse, unos labios hambrientos, el recuerdo de aquella manera que tenía de deslizar su dedo por mi espalda y algunas cosas más que es mejor no nombrar. Con deliberada lentitud me quito la mochila de la espalda y rebusco en su interior hasta encontrar lo que busco; unos ojos de mirada anhelante, y los dejos cariñosamente junto al resto de recuerdos, desde luego es una bonita colección de cosas que una vez fueron mías...

Con un suspiro recojo mi mochila y me dirijo a la siguiente parada, una pared llena de cuadros, cada uno representa un momento importante, de mi mochila saco un cuadro mas y lo coloco en un hueco vacío que parece llevar toda la eternidad esperándolo, otro recuerdo;  un Van Gogh, todo pasión y locura, como fue cada día cerca de él. Mi corazón no soporta seguir mirándolo y me alejo apresuradamente, y tropiezo en el pasillo con un libro, “Historia de los principios y los finales”, este me produce un regusto amargo en la boca y decido ojearlo, de un soplo le quito el polvo de los años, que vuela en forma de nube por la estancia, lo abro en una página al azar y a la luz de las velas leo en voz alta: “..porque todos los finales son el mismo repetido...” Lanzo el libro enfadado hacia una esquina donde aterriza entre las palabras que debí decir y nunca dije; una vez más meto mi mano en la mochila que cada vez pesa menos y saco un ramillete de cosas dejadas sin terminar. Pero aun me queda el último paso, el más temido, el más difícil.

En la esquina más alejada hay una pesada cortina, al descorrerla queda al descubierto un repisa  de roble tallada en cuyos están  se descubren  unas cajitas, fabricadas en los más variados materiales, las hay de ébano, de marfil, de nácar, de bronce y hasta de acero, en la tapa de cada una de ellas hay escrito un nombre, una ilusión, si algún alma perdida abriera esas cajitas solo encontraría polvo y cenizas, restos de los sentimientos que ardieron en la pira de la indiferencia, de los recuerdos olvidados y de las palabras que nunca se dijeron... y saco de mi mochila el ultimo objeto, el más importante, una cajita de plata labrada con amatistas de un brillante color violeta engarzadas, el lema de la tapa prefiero no leerlo, demasiadas veces lo he susurrado en el silencio de mi habitación, la coloco con cuidado en una balda, le dirijo una última mirada , un “quizás en otra vida” y cierro la cortina de un tirón.

Ya no queda nada en mi mochila pero al igual que mi corazón cuanto más vacía mas pesa, paseo un poco por mi cámara acorazada, en un ataque de ira le doy una patada a mi colección de direcciones de calles que no existen y lanzo contra la pared una bola de cristal que encuentro en una balda, al final, como siempre, solo obtengo cristales rotos.

Sin fuerzas para continuar me derrumbo sobre una vieja mecedora de mimbre que no recuerdo haber visto antes, en momentos como este me gustaría fumar aunque solo fuera para poder ver esfumarse a la esperanza entre el humo de los cigarrillos.
No puedo evitar una triste sonrisa, estoy cansada, demasiado , quizás a partir de ahora debería limitarme a cumplir años solo los años bisiestos terminados en dos, aunque solo sea para fastidiar. Miro mis manos temblorosas que no han vuelto a conocer una patria desde que perdieron el tacto de su piel y me escapo a una época más feliz en la que mi universo era tan ancho como sus metas, cuando todos los ascensores paraban en el séptimo cielo y todos los días hacíamos excursiones a las minas del rey Salomón. No sé cuánto tiempo paso en este estado, no creo que existan horas en la eternidad para medirlo, me olvido del bien, del mal y de todo lo que hay  entre ellos, mi único deseo es huir al fin del mundo pero ya no me quedan más islas en las que naufragar. Necesito toda la fuerza de voluntad que pueda reunir y algo más pedida a crédito para poder empezar mis pensamientos y llevarlos lejos de los días en los que hacía planes imposibles que susurraba a gritos.

No sé ni cómo, pero recupero la compostura, al menos por el momento, intento pensar en ello sin perder el control, lo recuerdo inocente, cuando el me sonreía el mundo parecía recién pintado y cuando me besaba lo hacía tan despacio que hacía que me olvidara de respirar, eran besos tan ardientes que basta con probarlos una sola vez para ser adicto para toda la vida. Pero hay cosas que son como son, el ya es  discípulo del sol y yo soy una hija de la luna, debería haberlo visto venir, quizás lo vi y preferí cerrar los ojos, tanto tiempo llevaba escondido tras mi coraza de acero y sarcasmo que tuve el antojo de hacer con el una excepción y redescubrir para qué sirve un corazón, y toda mi mente fue para el, hasta el punto que todo lo olvidé, me olvidé de la prudencia, de la calma, de las noches pasadas en el infierno donde siempre llueve sobre mojado, y sobre todo me olvidé de que en historias de dos conviene a veces mentir, en un raro ataque de honestidad quise dibujarle un mundo real, no uno color de rosa, sin pararme a pensar que el hubiera preferido mentiras piadosas.

Cometiendo error tras error fui clavando clavos en mi propio ataúd sin comprender lo que pasaba a mi alrededor, irónicamente no fue hasta que todo había terminado que encontré palabras para definir aquella relación, era algo así; “Yo no jugaba para no perder, tu hacías trampa para no ganar, yo no rezaba para no creer, tu no besabas para no soñar”

Como en Casablanca la culpa no fue de nadie, una cosa llevó a la otra en rápida sucesión hasta que la meta se perdió de vista entre lagrimas y muerte, y yo, que había invertido hasta mi último penique en quimeras y nubes de algodón con castillos de tres torres, terminé por hundirme bajo el peso de mi propia ingenuidad, y volviéndonos cada día más “yo”, cada día más “el” pero sin el menor rastro de un “nosotros”. Y al final, en pleno ataque de desesperación arrié mi bandera frente al Cabo de Buena Esperanza, el me sonrió con dulzura y en mitad de un “te quiero” se murió… 

Suficiente recordar, es hora de dejar que la vida siga como siguen las cosas que no tiene sentido. Con mi mochila vacía al hombro me dirijo a la salida, pero antes de terminar tengo una última cosa que hacer, un último símbolo, miro mis pies calzados con mis viejos zapatos de baile, tienen la suela gastada de tantos giros y tantas vueltas que he dado con ellos pero es hora de pasar página, llevo mucho retrasándolo pero es necesario, lo que estos zapatos representan ya no forma parte de mi, así que me los quito sin soltar los cordones y los lanzo al montón de las cosas que se fueron para no volver. Con el frío del suelo de piedra atravesándome los calcetines me encamino a la puerta. 

La puerta blindada se cierra por completo y al colocar de nuevo el cuadro en su lugar me sorprende ver que ha cambiado, ya no es un Velázquez sino un Goya, “Los fusilamientos del dos de Mayo”, más ironía.

Cuando llego al final de la escalera y salgo de nuevo al jardín de mi desvencijada alma tengo la sensación de dejar atrás el pasado, aunque tampoco seré tan necio como para decir que he ganado mi guerra interior, hace mucho que aprendí que detrás de cada “jamás” se oculta un “ojala” y que todo “adiós” maquilla un “hasta luego”, pero una batalla vencida no es tampoco baladí. Mientras cierro la puerta reforzada en hierro que da al exterior y guardo la llave detrás del ladrillo suelto me pregunto si alguna vez dejare de sentir en mi boca el sabor amargo de las palabras que nunca dije, de las cosas en las que falle y inevitablemente dentro de mi búsqueda, me equivoque.  Pero no merece la pena pensar demasiado en ello, las cosas llegan pos sí mismas. Y así, ni tan arrepentido ni encantado de haberme conocido, me alejo hacia el atardecer con otra frase de una canción rondando mis pensamientos:

“…y construyo castillos en el aire
a pleno sol
con nubes de algodón
en un lugar donde nadie pudo llegar utilizando la razón…
en los demás al verlo tan dichoso, cundió la alarma…
no fuera a ser contagioso…
ser feliz…”