La amistad y todo lo que gira en torno a ella es una fuente importantísima de resiliencia.
La amistad parte siempre de una conexión especial con otra persona. Resulta curioso comprobar cómo existen amistades que se van forjando poco a poco, a partir de pequeñas interacciones, y con los años la conexión se va haciendo más honda e íntima. En otras ocasiones la amistad empieza de manera casi instantánea, en un reconocimiento de afinidad intuitivo, independiente de nuestro conocimiento "real" de la otra persona. Y, por supuesto, entre ambas maneras existe todo un abanico de posibilidades que desembocan en el establecimiento de ese vínculo profundo y nutridor que llamamos amistad.
En esta sociedad y en esta cultura se nos ha condicionado para que expresemos continuamente nuestros juicios de valor. Se considera que enjuiciar a los demás o las situaciones que viven es un signo de criterio. Desde mi punto de vista, nada más alejado de la verdad. La mayoría de estos juicios apresurados parten de la emocionalidad, de los estereotipos o prejuicios sociales y del filtro que establecen nuestras propias vivencias. Por este motivo la verdadera empatía, la que consigue en buena medida evitar los juicios, es una excelente vía de acceso a nuevas experiencias y perspectivas con lo que se convierte en una fuente importante de aprendizaje.
Cuando dentro de la amistad dejamos fluir la empatía no sólo estamos cuidando y nutriendo la resiliencia de la otra persona, sino que también nosotros recibimos los beneficios en nuestros propios procesos resilientes.
Otro aspecto, íntimamente ligado a la promoción de resiliencia dentro de la amistad, es el desarrollo del vínculo afectivo. Esa calidez afectiva que nos brinda la amistad es un rico caldo de cultivo de manifestaciones como la generosidad, la ternura, la complicidad, la expresión emocional sincera, la comunicación profunda e incluso el perdón, tan sanador siempre. Además, la amistad nos abre a la inspiración y a la creatividad, otra de las grandes fuentes de resiliencia: ¿cuántas cartas o mails son, en el fondo, verdaderas piezas literarias cargadas de emoción y sentimiento?, ¿cuántos proyectos han surgido al abrigo de una buena amistad?, ¿cuánta energía brotada de la amistad ha sido la que nos ha impulsado hacia el cumplimiento de nuestras metas y logros?...
Personalmente soy muy consciente del valor de la amistad en mi vida y tanto es así que cuando tengo la oportunidad me gusta compartir un pensamiento que en los momentos que puedo encontrarme decaída o triste me reconforta y me abre a la vida: “Imagina todas las buenas amigas y amigos que aún te quedan por conocer”. Espero que también te pueda servir.
Así que quiero darles las gracias a mis amigos/as,a aquellas que me han acompañado durante mucho tiempo, por su cariño y apoyo constantes que aprecio muchísimo; a aquellas que no hace tanto que somos amigas/os pero que ya las siento como de toda la vida; a las nuevas amistades que se están empezando a tejer en estos momentos, que son una fuente importante de alegría e ilusión; y por último, dar las gracias a esas buenas y profundas amigas que están por venir, porque de alguna manera ya me nutro con la energía de su amistad.
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