sábado, 4 de agosto de 2012


El vínculo más humano
Hoy quiero hablar y quiero hacerlo desde la mente en interrelación intima con el corazón. Quiero hablar de la amistad como fluir de dos personas en este maravilloso caminar por la vida. En la vida siempre encontraremos amistad, esta a veces será pasajera, de larga instancia y a veces perpetua en nuestra vida.  Hablo de la amistad no buscada ni fingida si no de la amistad que te encuentra a ti. Esa amistad que a veces tiene sentido al instante y otras veces vas descubriendo con el fluir diario de la misma.

Los seres humanos somos muy complejos y nos mueven distintas cosas a unos y a otros pero todos somos conducidos por una energía invisible a los ojos pero perceptible a todo ser humano. Esa energía que nos va transportando mediante ciclos cíclicos  abiertos e interrelacionados. Una energía es  la amistad, una energía que no cambia sino que solo se transforma sacando de nosotros lo mejor o lo peor, para el bien o para el mal.

Es una energía que si quisiéramos transformarla en masa tangible sería como el zumo exprimido de una naranja, este  zumo es exprimido por un exprimidor y una mano humana, es la que ejerce la fuerza energética con la que exprime.  Cuando una persona te exprime te saca tu zumo y ese zumo puede ser dulce, amargo, ácido o simplemente puede no tener zumo y ser una naranja seca que por más presión que ejerzamos nunca podremos sacarle el zumo porque donde no hay no hay.  

Las energías fluyen y cuando fluyen lo hacen igual que el zumo exprimido de una naranja e igual no se sabe cuál es la calidad energética; a veces descubrimos que no nos gusta,  eso no quiere decir, lógicamente, que no pueda gustarle a otras personas, pero nosotros sabemos nuestros gustos y sabemos lo que nos gusta y no nos gusta.

A lo largo de nuestro camino vamos  descubriéndonos y a la vez vamos descubriéndonos en otras personas y cuando el zumo de estas naranjas gusta, gusta. Entonces es cuando profundizamos en las personas convirtiéndolo en una amistad y esa amistad vamos enriqueciéndola mutuamente con brochazos de empatía, amor, lealtad, admiración, solidaridad, humildad y comprensión. 
Hay amistades que se forjan para toda una vida, otras se forjan para unos meses quizás unos años pero solo tenemos la seguridad de que fueron verdaderas cuando perduran en el tiempo o se desvanecen en el mismo en silencio, sin hacer ruido y dejando una huella imborrable en tu caminar. Así vamos caminando por la vida en un valor a veces olvidado por  muchos y otra veces banalizado por otros o tal vez frivolizado cruelmente por algunas personas sin valores y mediocres en conceptos tan puros y tan llenos de energía transformadora.

Cuando afianzas un vinculo así con alguien se saca mutuamente lo mejor de cada ser para ponerlo a disposición recíproca entre ambas personas, es un recibir y un dar maravilloso y lleno de humanidad. Son esas sanas relaciones que te hacen crecer y ser mejor que ayer. Duren lo que duren siempre se transforma en energía positiva que al fluir libremente por todo tu ser, este ser se enaltece; cimentando lo mejor de tu persona, aquello que te es propio e irrebatible y que te retroalimenta de la forma más plena llegándote a dar todo lo que necesitas como ser humano para caminar firme, muy firme, por esta aventura maravillosa que llamamos “vida”. 

La amistad es el vínculo más firme entre dos seres de horizonte común y todos la necesitamos en algún momento de nuestra vida,  para desarrollarnos íntegramente.
(Este texto se lo dedico a las amistades de hoy y a las de ayer, incluyendo la de mis hijos).