El vínculo más humano
Hoy quiero hablar y quiero
hacerlo desde la mente en interrelación intima con el corazón. Quiero hablar de
la amistad como fluir de dos personas en este maravilloso caminar por la vida.
En la vida siempre encontraremos amistad, esta a veces será pasajera, de larga
instancia y a veces perpetua en nuestra vida.
Hablo de la amistad no buscada ni fingida si no de la amistad que te
encuentra a ti. Esa amistad que a veces tiene sentido al instante y otras veces
vas descubriendo con el fluir diario de la misma.
Los seres humanos somos muy
complejos y nos mueven distintas cosas a unos y a otros pero todos somos
conducidos por una energía invisible a los ojos pero perceptible a todo ser humano.
Esa energía que nos va transportando mediante ciclos cíclicos abiertos e interrelacionados. Una energía es la amistad, una energía que no cambia sino
que solo se transforma sacando de nosotros lo mejor o lo peor, para el bien o
para el mal.
Es una energía que si quisiéramos
transformarla en masa tangible sería como el zumo exprimido de una naranja,
este zumo es exprimido por un exprimidor
y una mano humana, es la que ejerce la fuerza energética con la que exprime. Cuando una persona te exprime te saca tu zumo
y ese zumo puede ser dulce, amargo, ácido o simplemente puede no tener zumo y
ser una naranja seca que por más presión que ejerzamos nunca podremos sacarle
el zumo porque donde no hay no hay.
Las energías fluyen y cuando
fluyen lo hacen igual que el zumo exprimido de una naranja e igual no se sabe
cuál es la calidad energética; a veces descubrimos que no nos gusta, eso no quiere decir, lógicamente, que no
pueda gustarle a otras personas, pero nosotros sabemos nuestros gustos y
sabemos lo que nos gusta y no nos gusta.
A lo largo de nuestro camino
vamos descubriéndonos y a la vez vamos
descubriéndonos en otras personas y cuando el zumo de estas naranjas gusta,
gusta. Entonces es cuando profundizamos en las personas convirtiéndolo en una
amistad y esa amistad vamos enriqueciéndola mutuamente con brochazos de
empatía, amor, lealtad, admiración, solidaridad, humildad y comprensión.
Hay amistades que se forjan para
toda una vida, otras se forjan para unos meses quizás unos años pero solo tenemos
la seguridad de que fueron verdaderas cuando perduran en el tiempo o se
desvanecen en el mismo en silencio, sin hacer ruido y dejando una huella
imborrable en tu caminar. Así vamos caminando por la vida en un valor a veces
olvidado por muchos y otra veces
banalizado por otros o tal vez frivolizado cruelmente por algunas personas sin
valores y mediocres en conceptos tan puros y tan llenos de energía
transformadora.
Cuando afianzas un vinculo así
con alguien se saca mutuamente lo mejor de cada ser para ponerlo a disposición recíproca
entre ambas personas, es un recibir y un dar maravilloso y lleno de humanidad.
Son esas sanas relaciones que te hacen crecer y ser mejor que ayer. Duren lo
que duren siempre se transforma en energía positiva que al fluir libremente por
todo tu ser, este ser se enaltece; cimentando lo mejor de tu persona, aquello
que te es propio e irrebatible y que te retroalimenta de la forma más plena
llegándote a dar todo lo que necesitas como ser humano para caminar firme, muy
firme, por esta aventura maravillosa que llamamos “vida”.
La amistad es el vínculo más
firme entre dos seres de horizonte común y todos la necesitamos en algún
momento de nuestra vida, para
desarrollarnos íntegramente.
(Este texto se lo dedico a las amistades de hoy y a las de ayer,
incluyendo la de mis hijos).